martes, 18 de agosto de 2009

Amigos, sigo acá

www.escombrosdeplumas.blogspot.com


Y preparate porque faltan sólo 19 días para una revolución escombrosa y verdadera.

jueves, 6 de agosto de 2009

¡Chau!

Hola, amigos de por acá.

Mujer Que Dice La verdad llegó a su fin, como cada etapa que hay que saber concluir, como cada cosa que hay que aprender a soltar para poder seguir transformándonos. Trascendiéndonos.

Este espacio se movió. Y hoy está convertido en un lugar de descarga de profundidades de las que me quiero elevar. Tal vez me abra otro blog, tal vez no. Tal vez quiera pasar menos tiempo delante de la computadora y simplemente agarre mi bicicleta y pedalee hasta el río mucho más. O, tal vez, me decida por escribir de modo menos coyuntura y elemental.

Por otro lado, es hora de que les confiese que nunca me sentí del todo cómoda con esto de autodefinirme Mujer en mayúsculas y que encima dice la Verdad. Soy Marina, qué va.

Les dejo la última frase que tenía guardada en borrador: no permitas que tus debilidades transformen a tus convicciones; habrás caido en la peor de las batallas: la que te enfrenta con vos mismo.

Esto fue todo. Mucho gusto. Gracias y voalá.

martes, 4 de agosto de 2009

Escribir



Cuando el mundo me escupe en la cara, todavía puedo escribir;
Cuando no hay oídos que quieran soportar, todavía puedo escribir;
Cuando busco pensar para superar al pensamiento engendro,
puedo escribir;
Cuando no sé leer, cuando me falta el aire, todavía puedo escribir.
Cuando algo se va, me queda escribir.
Me queda escribir, y escribir para alcanzar, y escribir para sacar, y escribir para que todo lo que devora mi piedad se vuelva letra que observar. Y desde ahí, todo es un poco más liviano.
Le agradezco a la vida su generosidad, que me da existencia que escribir.

lunes, 3 de agosto de 2009

Toca para mí


Me despertó un sonido casi imperceptible. Estoy viva, pensé, mientras estiraba mis brazos por detrás de las orejas y abría la boca para liberarme del aliento que se había reproducido durante la noche. Otra vez había tenido pesadillas y mi cuerpo tenía la sequedad pegajosa que queda como consecuencia del sudor evaporado. Saqué una pierna por fuera del acolchado y encendí el velador. El reloj indicaba que eran las siete de la mañana. Son las seis, pensé, fruncí el cejo, tengo que cambiar la estrategia de adelantar las agujas por otra que sea más inteligente que yo. Ahora me siento muerta, susurré, son las seis, ni siquiera amaneció. Me senté al borde de la cama, tapé mi bombacha con la almohada y la apreté contra mí. Los ojos me pesaban más que otras mañanas, lo cual era lógico: había pasado la noche envuelta en dibujos mentales tenebrosos. Un baño, un té, un día que amanece y cae, para volver. Conté hasta tres, me humedecí los labios con la lengua empastada, apoyé el pie derecho en el piso y me paré de un salto. Fui hasta el espejo, me detuve frente a mi imagen y me saludé. Buen día, todo parece indicar que otra vez vas a ser testigo de la revolución de un día. Repetí el simulacro. Las palabras mezclaron su virtuoso positivismo con el exultante pesimismo real, e intenté girar para encarar el camino hacia el baño. Pero no pude. No puedo, pensé. No puedo, dije en voz alta y cuando hablé, noté que entre mi voz corría una música, lejana, la misma que había escuchado al despertar y que en ese momento se percibía más clara. Qué es. Intenté mover los pies una vez más, y otra vez fallé. Insistí, pero no hubo caso, estaba dura, con las rodillas rectas y los talones pegados al piso; encerrada viva en mis sentidos, imposibilitada. Pero en lugar de volcarme a la desesperación, cerré los ojos, escuché y sonreí: hay alguien que toca par a mí. Y eso, ahora, es suficiente.

jueves, 30 de julio de 2009

Fuck


De reptente, la gente me empezó a sobrar. De simple, de clara, me pongo transparente. La culpa me ahogó esta idea durante muchos días, meses, incluso años, pero hoy, que la escribo, mirá: la gente me sobra, la gente me sobra, la gente me sobra, es como si una roca del 1800 antes de cristo se me quitara de la boca del estómago. Los vínculos me estorban, las demandas ajenas me parecen egoísmos proyectados, señales de moralinas que se me caen encima como si en verdad alguien pudiera reivindicar el buen vivir, como si existiese un obrar indicado. No comulgo. Pero la responsabilidad es mía, eh, lo sé, debería cerrar más la boca y sepultar al atrevido que se auto declama consejero, mandarlo al centro de su cerebro y preguntarle si sabe llegar. Y que me deje con mi tiempo que es mío y quiénes se creen que son los demás para agarrarme de las agujas como si fueran pestañas pendencieras; es mi tiempo, el mismo que me sobra a veces, sobre el que pienso cómo usar mientras lo uso; son mis ganas, mis no ganas y mi decidida realidad encontrada. Es, en definitiva, mi vida y no tengo ninguna gana de que me la vengan a tazar. Soy peor de lo que creí. Mucho más fría y cruel de lo que les vendí y me compré. Quiero a muchos menos de los que digo querer. Me importan tres carajos mil cosas que se supone debería valorar. No pienso ni en crecimientos profesionales, ni en vestir bien, ni en ser adulta, responsable ni en comprarme una casa. Sólo busco ser todo lo libre que pueda, andar en bicicleta y ver el mar la mayor cantidad de veces al año posible. Que se agrande el mundo universal, y se achique el personal. Eso quiero. ¿Te molesta? Resolvelo.

sábado, 25 de julio de 2009

Sino eterna: infinita


Existe algún espacio, en algún tiempo, al que nos aventuramos para no regresar nunca más. Aunque queramos, aunque la idea de cambio se nos revele como un flagelo insostenible. Lo hacemos, sin más vuelta que atender a un pensamiento recurrente, inexplicable a priori, eso sí, pero picante hasta el ajo de las lágrimas. No sabemos bien qué es ni porqué elegimos estirarnos hasta ahí, pero lo hacemos igual, llegamos, motivados por una mezcla de ímpetu malentendido y tiranía de las decisiones entrañables. O entrañadas. Es igual. Y andamos. Empezamos a entender que nuestro ego es lo más descartable que tenemos, que el amor propio nos quita la posibilidad de concebir la entrega o cualquier otro pretérito imperfecto. Lo imperfecto cobra sentido y el snobismo da ganas de vomitar. Algunos lo atraviesan con un escape digno de dobles de riesgo. Otros llegan hasta el final de esa sabiduría que creían haber adquirido, lloran por su estupidez, se hunden en el poso de su piel que, descubren –valentía para velar- puede ser más oscura que las sombras de un eclipse y aplastan el cordón con fuerza, por bronca, qué bronca que da volver a empezar. Pero no hay opción. El cuerpo lo pide, o morirá. Y llega el cambio. Mi cambio –le dije- consiste ahora en dejar de mirarte en relación a mí para pasar a comprenderte en relación al universo, cualquiera sea que hayas creado para vos. Quiero ver tus libertades, tallarte los besos, puedo entregártelos. En cuanto a mí, no quiero más yo, me dedicaré a buscar vida para estrecharle la mano y contarle que estoy igual que ella: aquí, ahora, contemplando los signos que nos vuelven infinitos.

viernes, 17 de julio de 2009

Nostalgia


"A uno le da la tontería de añorar niñeces, no me convencen esas nostalgias reaccionarias: pretender no seguir creciendo, eso es la nostalgia"

Andrés Caicedo, Que viva la música.

Estoy de acuerdo con Caicedo en su definición de la nostalgia, pero no por eso puedo librarme de mi estupidez.